Encontré esta historia por las redes sociales y me gustó tanto que he decido subirla.
La primera vez que se jugó al escondite.
Cuentan que una vez, se reunieron en un lugar de la Tierra todos los
sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había
bostezado por tercera vez, la locura, como siempre tan loca, les propuso:
— ¿Jugamos al escondite?
La intriga levantó las cejas intrigada y la curiosidad, sin poder contenerse,
preguntó:
— ¿Al escondite? ¿Y como es eso?
— Es un juego,—explicó la locura,— en el que yo me tapo la cara y comienzo a
contar de uno hasta un millón mientras vosotros os escondéis y cuando yo haya
terminado de contar, el primero de vosotros al que encuentre ocupará mi lugar
para continuar el juego.
El entusiasmo bailó secundado por la euforia, la alegría dio tantos saltos que
terminó por convencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que nunca le
interesaba nada. Pero no todos quisieron participar: La verdad prefirió no
esconderse, ¿para qué?, si al final siempre la encontraban; y la soberbia opinó
que era un juego muy tonto pero en el fondo lo que le molestaba era que la idea
no hubiese sido suya; y la cobardía, la cobardía prefirió no arriesgarse.
—Uno, dos, tres,...—. Comenzó a contar la locura.
La primera en esconderse fue la pereza que, como siempre, se dejó caer tras la
primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras
la sombra del triunfo que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la
copa del árbol más alto.
La generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le
parecía maravilloso (para alguno de sus amigos): que si un lago cristalino,
ideal para la belleza; que si la rendija de un árbol perfecto para la timidez;
que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la voluptuosidad; que si una
ráfaga de viento, magnífico para la libertad. Así que terminó por ocultarse en
un rayito de sol.
El egoísmo en cambio, encontró un sitio muy bueno. Desde el principio lo
encontró ventilado, cómodo, eso si, solo para él.
La mentira se escondió en el fondo de los océanos ¡Mentira! En realidad se
escondió detrás del Arco Iris. Y la pasión y el deseo en el centro de los
volcanes. El olvido... se me olvidó donde se escondió, pero bueno eso no es lo
importante.
Cuando la locura contaba novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y
nueve el amor aún no había encontrado sitio para esconderse pues todo se
encontraba ocupado. Hasta que divisó un rosal, y enternecido, decidió
esconderse entre sus flores.
— ¡¡Un millón !!— Contó la locura. Y comenzó a buscar. La primera en
aparecer fue la pereza, solo a tres pasos de la piedra. Después se escuchó a la
fe discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología, y a la pasión y al deseo
los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la envidia
y, claro, pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni que
buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un
nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago, descubrió a la belleza.
Y con la duda resultó ser más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una
cerca sin decidir aún de qué lado esconderse. Así fue encontrando a todos: el
talento entre la hierba fresca; la angustia en una oscura cueva; la mentira
detrás de El Arco Iris, ¡mentira!, si ya estaba en el fondo del océano; y hasta
al olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando al escondite.
Pero el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada
árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando
iba a darse por vencida, divisó un rosal y sus rosas.
Tomó una rama y comenzó a moverla cuando de pronto un doloroso grito se
escuchó. Las espinas habían herido en los ojos al amor. La locura no sabía qué
hacer para disculparse: lloró, rogó, le pidió perdón y hasta prometió ser su
lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el
amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.