30 de diciembre de 2012

Último aliento

Se acabó.
Lo veo todo borroso. Cada vez siento más frío mis extremidades me abandonan. Ya no noto la sangre circulando por mis dedos, y tengo la cabeza embotada.

Deduzco por las difuminadas luces que han llamado a una ambulancia. Oigo voces a mi alrededor y, aunque son muy confusas, sé que son los médicos. Y por lo poco que consigo entender, la  cosa pinta muy mal, no se atreven a moverme y la ambulancia no puede llegar hasta donde estoy yo. También soy capaz de oír un pequeño murmullo. Curiosos, como no. Una estridente sirena suena a lo lejos. La Policía.

Esa dichosa sirena no hace más que irritarme los oídos  y me provoca un pitido que... espera, a lo mejor ese pitido es porque... qué curioso, siento que me voy de mi misma y sólo puedo pensar en la chirriante sirena del coche de la Policía.

Los ojos se me cierran, tengo la sensación de que mis párpados pesan una tonelada, y no puedo evitar cerrarlos. Pero me da miedo no volverlos a abrir.

No me esperaba que esto fuera así, en las películas y en los libros te describen que llegado a este punto ves pasar toda tu vida por delante de tus ojos. Yo sólo veo oscuridad. No, ya no hay oscuridad, ahora lo que veo son imágenes de la gente que más me importa, de la gente que  seguramente dejaré atrás.

Veo a mi madre en la cocina preparando el desayuno, a mi padre intentando arreglar la lámpara, las tardes con mis amigos, las bromas con mi mejor amiga... Creo que estoy llorando, porque siento la cara húmeda.  Noto mi respiración muy irregular y de momento es lo máximo que consigo oír. Pero hay una voz entre el murmullo que me es familiar.

Creo que es mi madre.

Está histérica según intuyo por su voz ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí tan rápido? Coge mi mano entre las suyas, están excesivamente calientes. Tal vez soy yo que estoy excesivamente fría.
Intento abrir los ojos para ver esa sonrisa que siempre me ha acompañado. No lo consigo, las fuerzas me han abandonado. Empieza a llorar más fuerte al ver que no abro los ojos. Me gustaría poder abrirlos y decirle que todo va bien, que ya no tengo miedo a lo que venga después, que ahora tiene que ser fuerte sin mi.

Al fin consigo abrirlos, pero las palabras no salen. Veo que me mira con esos grandes ojos, y me bloqueo. El nudo que tengo en la garganta no me deja decir todo lo que quiero decir.

-Mamá, me muero.

Es lo único que consigo decir. Y lo empeoro, ahora llora mucho más fuerte.
¿Por qué solo soy capaz de decir eso? No quiero que sea la policía quien le diga por qué ha pasado esto, quiero decírselo yo, pero no hay manera de que broten las palabras.

Ahora siento los párpados mucho más pesados y sé que si los cierro, ya nunca más los volveré a abrir.
Pienso en los que se quedan, si llorarán mucho cuando yo ya no esté, si seguirán adelante. Todavía no saben mi pérdida y ya quiero consolarlos.

Pero de momento solo puedo consolar a una, así que con mi último aliento consigo decir:

-No te preocupes mamá, yo voy a estar bien. Te quiero.


Charlie.

25 de diciembre de 2012

Sonríe

Recuerda sonreír cada día ya que nuestra sonrisa es lo mas bonito que hay en cada uno.

Porque tu sonrisa a lo mejor es capaz de alegrarle el día a alguien que lo necesita, o contagiarse a los que te rodean, o provocar otra sonrisa.

Pero no utilices tu sonrisa para enmascarar que algo va mal, utilízala para hacerles saber a todos que estas bien, que estas alegre y que disfrutas de cada minuto. Utilízala para hacer que una mirada se ilumine, o que un gesto de desagrado se acabe convirtiendo en un gesto de alegría.

Pon suficiente energia como para hacerles saber a todos que serias capaz de cambiar el mundo.

Y por encima de todo, sonrie porque te apetece, porque te levantaste con ganas de empezar el día.
 Esas ganas son las que tienes que conservar siempre.





Charlie